Carta de un roedor a un batería
Querido Carlos Boyero,
Empezaré esta
carta con un acontecimiento. Una vez hablando con una compañera de piso, me
dijo: Oye, recomiéndame una película bien
entretenida. Yo, en estos casos, voy a lo seguro. ¿Pulp Fiction, la viste? No, me contestó. Pues dale y ya me dirás. A los dos días, la joven, puntualmente
me informó que ya la había visto. ¿Y bien?
Pregunté. Buf, muy aburrida, me dormí. Yo,
perplejo, pregunté ¿Y eso? Y ella, sin
pestañear sentenció: Pues nada, que
hablaban mucho. Pues bien, querido Carlos Boyero, estos son tus lectores.
Mi
intención, es de un dogmatismo apestoso, mi intención no es otra que la de
recordarle cual es su trabajo, cual es su responsabilidad y cuál sería la mejor
forma de recuperarse de la caída. Por otra parte, confío que lea esta carta con
la seriedad que se merece, y no haga uso de esa sonrisa impertinente que le
caracteriza para esconderse detrás de ella. Ya que el tema es muy serio.
Pero antes
vayamos por partes. Lo primero es lo primero. Me presento. Al habla un camarero
de Barcelona que en sus ratos libres devora cine. Y ya. Reconozco a la par que no
soy, ni mucho menos, una enciclopedia visual ni un doctor en conocimientos
cinematográficos, que aquí el entendido
es el destinatario y que mucho podríamos aprender de un pozo como usted. Digamos
pues, que soy un extraño roedor de archivos punto avi a quien le maravilla el
cine.
Así pues, en estos
últimos años, mi tarea individual no ha sido otra, que la de reconfigurar mi
mirada. Re-educarla, re-engordarla, re-sensibilizarla hacia la pantalla de 16:9.
Alguna cosa me decía que el cine era algo más que guiones buenos, avances
tecnológicos o fotografías espectaculares. De alguna forma, sabía que existía un
cine no-americano más allá de la cartelera. O dicho con más detalle quería
ampliar mi visión cinematográfica más-allá-de-Hitchcock-Kubrick-Coppola-Scorsese-Allen-Eastwood-Tarantino. Y debo decir, que usted me lo ha puesto muy difícil con sus críticas. Continuemos, pues, con un ejemplo reciente.
The Turin
Horse. Película del director húngaro Béla Tarr, autor desconocido para mí hasta la fecha y con la excusa de que solo
habían dos copias en toda España de su última
película, decidí seguir un consejo amigo de aprovechar la oportunidad e ir a verla.
El film consiste en treinta planos secuencia en un blanco y negro precioso, perfectamente
elaborados, donde el protagonista ¡es el viento! No lo niegue, la idea es
maravillosa. La ejecución perfecta. Todo aquél bicho raro que
busca una expresión artística cinematográfica en estado puro aquí la tiene. Pero
este no es el espacio para desentrañar las virtudes del film, que las tiene a
cántaros. Lo importante es que puede que esta película sea lo mejor que le haya
ocurrido al cine en los últimos 20 años. Si reducimos el cine a su estado sencillo
y natural de imágenes en movimiento (sin teatro, sin literatura, sin poesía) encontramos
a muchos pero especialmente a Bresson y sus modelos, ¿y que decía usted a propósito
de Un condenado a muerte se ha escapado del
director francés? ¡Ah sí! "Junto a
'Pickpocket', dos de las cosas más hermosas que le han ocurrido al cine
europeo" ¡usted dijo eso! Aplaudió a Bresson y ahora escupe a Tarr. ¿Qué
ocurrió? Muy sencillo, una de dos, o las palomitas las lleva en el código
genético y mintió con los aplausos al director francés o prefiere ponerse los
copos de maíz enfrente de sus ojos para no aceptar el irremediable desgaste de
su criterio estético. En cualquier caso, pide una revisión. No me sirven
excusas sobre la esencia líquida de las opiniones en general. Es más.
Cambiar de opinión está bien. ¡Es de sabios! Sospecha de aquellos que piensan
siempre igual. Pero, en cambio, el prisma de juicio no es volátil, se estructura
en una suma de elementos a medida que uno va tejiendo conocimientos y
experiencias. En fin, este sería otro debate para otro día. A mí, simplemente,
me sirve para señalar como se entrevé, en usted, una falta de honestidad y de
gusto que asusta, y a su vez, confirma su existencia en los medios como un
elemento que solo podría darse en este País.
¿Y cuál fue
su comentario al respeto de la película? Dice así:
"Me cuentan que Béla Tarr ha declarado que con 'The Turin horse'
lo que ha pretendido es representar el peso insoportable de la vida. Ignoro si
la suya es tan pesada (...) los kilos de aburrimiento que ofrece su cine se
salen de la balanza." (Diario El País).
Bravo. Bravo. Bravo. Bravo. Fascinante.
En general
sus comentarios apestan a mantequilla recalentada. A veces, las montañas de
palomitas que te sirven en los MegaCines, son tan grandes que uno no puede ni
ver la pantalla. Y creo, firmemente que usted no lleva gafas, sino un par de
palomitas gigantes enfrente de los ojos. Porque si no, no me lo explico. Leerle,
en mi caso, es garantía de indignación y por cuidados hacia uno mismo, intento
tenerle lejos del alcance de
los niños, lo más lejos posible de mis quehaceres y de un tiempo a esta
parte todo iba rodado. Hasta que leí este comentario brillante por su miopía. Verá, están
los que devoran cine-basura que son la gran mayoría, luego los baterías de cine
que suelen reconocerse como los amantes
del cine, (ya son menos pero se cuentan por miles), y por último, el resto:
roedores 2.0, filósofos y amantes del trash. Cada cuál feliz en su sitio. Pero usted pone el listón tan bajo que salpica.
La cantidad de cinismo
peligroso (incluso para uno mismo) y la analfabeta mala leche que se entrevé en el comentario son de un mal gusto
merecedor de una carta. Mi fascinación
no viene conducida por el carácter negativo de dicho comentario (en el cual reconozco
cierto hallazgo literario), sino por el contenido y el prisma de juicio usado
cual adolescente mascachicles. Todo
un crítico de cine reduciendo ésta completa obra maestra a kilos de aburrimiento. Se trata del mismo prisma que usó para el Stalker de Tarkowsky y tantísimas otras.
Es, pues, el prisma de los baterías de cine. Al juzgar un film sólo vale el
ritmo. Así pues, la melodía, los bajos, los solos, la gramática, el tono, la
intensidad, las dinámicas, la expresión y el conjunto dan igual. Si el batería se lo curra, mola. Para quien no esté
familiarizado con dicho juicio estético les dejo aquí un pequeño mapa de cómo usar
el prisma del niño hiperactivo, de
ese que no para de joder con la pelota, dice así, muy sencillo:
<Una película, si tiene
muchos planos es buena, si tiene pocos pero mucho diálogo es buena, sino no cumple
una de estas dos condiciones no tiene ritmo, si no tiene ritmo es aburrida, si
es aburrida es mala>. ¡Y vamos allá! ¡A cobrar!
Como le he dicho al principio, mi intención es señalarle
cual es su trabajo.Verá, su
trabajo es ser crítico de cine. Y esto no significa ser rebelde, escribir
comentarios polémicos y montar en cólera de vez en cuanto con la pluma. La
función del crítico es, o debería ser, la de generar discursos. Generar es
sinónimo de construir. La crítica, nos sirve para dudar y poner en duda. Es un
arma individual que cada cual debe afilar día a día mediante la información y
la contra-información. Ser crítico es importante. Fundamental. En su caso, se
trata de un crítico público y social, y su responsabilidad es enorme. Miles de
personas le leen y confían en su criterio y con ello guía a las masas y su
consumo. La in-fluencia del crítico, junto con algún otro elemento, es la que
marca el recorrido por donde fluye el arte. Esa es su responsabilidad y luego
nos quejamos de que el cine español es lo que es. Pues claro, si los críticos
respetados viven en la clandestinidad y solo se da voz a los baterías, pues el
resultado es bien claro, cine de género, de post-guerra y comedias multi-románticas
(eso sí, con mucho ritmo). Su trabajo es ese, no lo olvide. Su trabajo no consiste
en ir al cine, cenar en la sala y luego vomitar cualquier estupidez. Eso es
tarea para los bloggers del mundo y no la tarea de todo un crítico de reconocimiento
mediático como usted. Gracias a usted,
hemos perdido la oportunidad de que cientos de personas vayan a ver una obra
maestra y aprendan a gozarla. Gracias a usted, en España, el discurso cinematográfico
que propone Béla Tarr, continuará escondido en la red y en algunos pies de
página. Coño, que Wall-e es una obra maestra de la animación ya lo sabemos
todos. No es necesario defender el cine narrativo en contra del cine de autor. No
es necesario. Se puede aplaudir a los dos, y usted en este caso, ha perdido la
brillante, única e irrepetible oportunidad de meterse la lengua en el…de callar.
Consecuencia,
¿Pulp Fiction? Aburrida. Hablan mucho. Usted continúe animando a no
pensar y a cenar en la salas. Aplaudamos todos juntos a los Corleone, que ya no
se hace cine como antes. Haciendo caso omiso a una cantidad ingente de buen
cine que se hace hoy día, vayamos todos al cine a pasar un buen rato. Claro que
sí. ¿The Artist? Peliculón. Eso eso.
La pelota algún día explotará y ni el cine 4D les va salvar.
Para terminar
le voy a contar una percepción personal que puede que le ayude en su trabajo. Hace
ya algún tiempo, haciendo abstracción de sus críticas, descubrí una buena lista
de nombres propios: Godard, Leone, Buñuel, Kazan, Dreyer, Bardem, Huston, Ford,
Keaton, Berlanga, Kar-Wai, Wyler, Kurosawa, Wilder, Haneke, Renoir, Bresson,
Fellini, Antonioni, Serra, Rossellini, Tarkowsky, Cohen, Herzog, Mendes, Peckinpah,
Lynch, Dormael, Trier, Mekas, Visconti, Wenders, Lumiere, Lumet, Guerin, Rohmer,
Loach, Murnau, Lang, Eisenstein, Mankievisch, Welles, Da Sica, Leconte, Dreyer,
Lean, Ophuls, Griffith, Passolini, Bergman, Truffaut, Bardà, Ki-Duk, Lubich y
cien años de historia más. ¡El hallazgo fue maravilloso!
Me di
cuenta de que no conocía nada. La famosa ironía socrática hecha realidad. Todos
ellos con distintas gramáticas, distintas firmas. Todos ellos con miradas
particulares, en relación al cine y el objeto último; la película. Empecé,
pues, a distinguir. Distinguir entre Buñuel y Kubrick, entre Mekas y Rosselini,
entre Serra y Spielberg. Distinguir entre un cine mudo alemán y otro soviético.
Un cine cómico y otro dramático. Un cine narrativo y otro de autor, un cine
literario y otro cinematográfico. La distinción era fundamental. ¡Pero cuidado!
Distinguir no significa separar, distinguir significa re-conocer.
Luego desarrollé,
caprichosamente, distintas funcionalidades en el cine (y no se confunda con los
géneros). Por una parte existe el
cine que funciona como representación teatral (cine de actores y actrices.
Dramas, comedias). Por otra, el cine que funciona como extensión literaria
(cine construido desde el guión, Tarantino, Pixar, etc.). Luego está, el cine nuevo (el publicitado, el caduco, el que
depende de los avances técnicos, próximamente
en sus pantallas). También, distinguía aquel cine que actúa como testimonio
inmediato (neorrealismos, documentales, cine-niño, casero y realidades varias,
micros y macros). Y por último, el cine que funciona como herramienta para la
representación de iconos y símbolos o cine-poético, y muy estrechamente
entendido como cine concebido como un canal para la expresión artística. Puede
que haya más funciones o puede que yo esté tremendamente equivocado en mis observaciones, pero
lo que sí es cierto es que usted no distingue nada y todo lo que sea una
película es juzgado bajo las mismas reglas y que suelen coincidir con sus horas
de sueños. Y eso, apesta. Mire, le daré una imagen bien sencilla para que lo
entienda. Simplemente imagínese a Messi hablando mal de Miguel Induráin. ¿Verdad
que todo es deporte? ¿Verdad que el fútbol y el ciclismo son completamente distintos? ¿Verdad que apesta? Sí, pues eso. Cada cual que hable de
lo suyo. Sin más, querido Carlos Boyero, re-conózcase a sí mismo.
Piénselo.
Terapias de un dandy @pmallafre
(Barcelona, Mayo 2012)
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