26 de febr. 2011

Versos a sottovoce (VI)

VI

Los cajones acostumbran a Guardar,
ora calcetines, ora recuerdos u ora
bellas partituras de antiguas enseñanzas.

Pero los tuyos no guardan, esconden.
Yo lo se bien, pues aquí confieso
con agridulces muecas que los descubrí
una mañana que partías temprano.

Cargados con palabras, monstruos, placeres,
enigmáticas arquitecturas, cartas, miedos,
sueños, amores, noches, velas castigadas,
navíos, sangre, orgasmos, gritos, naufragios,
confesiones, enfermedades, dulces besos,
cariño, entusiasmo, aromas y bragas, los
secretos...tus secretos transmiten vida.

Los compusiste con sumo cuidado,
encima del papel con angustiosa pluma.
 

Existen otras formas de estar solo.
Decía el poeta para si mismo,

pero ésta es, quizás, la más bella.

Solo deseo que me escondas allí,
al lado de los pijamas.
No me gusta la luz del sol.
Me gustas tú y lo sabes.

Sean ataúdes o sean cajones,
todo termina bajo las llamas
del fuego que todo lo quema.

Lo único que merece la pena
es que vos me escondáis,
junto con tus secretos, pues solo
así conseguiréis que me sienta vivo.



(Terrassa, Enero 2007)

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