25 de febr. 2011

El día que dejé los escenarios

Como la gran mayoría de personajes de mi entorno he pasado mis días encerrado entre las paredes de la Gran Pantalla, y no me cabe la menor duda de que en ellas esta el motor de mis deseos y claro, de las historias uno recibe educación e incluso voluntad, así pues, podemos entender las expectativas que me hice tras la noticia de que viviría una Primer Cita, tras colgar el teléfono y empezar el proceso de limpieza personal que exigen tales acontecimientos, tuve la sensación de que el mundo estaba en su sitio.
Con el corazón bateando en la garganta y con los bolsillos llenos de piedras para no alzar el vuelo, salí de casa. Al poco rato, la tranquilidad de ver pasar la nada a través de la ventana del tren me conducía al mejor de los juicios. Pero el estómago no me permitía un solo instante de paz y así, en pleno combate entre la tranquilidad del vaivén y mí enfermo cuerpo el tren frenó anunciando que en breve estaría rodeado de aquello que engorda las ciudades; náufragos, enamorados, lectores, locos, borrachos, perdidos, buscadores, amantes de la luna, amantes del chocolate y, sobretodo, esclavos, en definitiva, animales.

Perdido entre la muchedumbre intento escapar y encuentro de nuevo el camino hacia las sagradas escaleras, subo el primer peldaño, subo el segundo, diez más, cien, miles, un millón de peldaños y de pronto aparece ante mí el último, dándome conciencia de que ya no hay marcha atrás, de que a tan solo un paso esta el escenario de la Cita, tan solo uno.


Clavado, como quién ve el rostro helado de la muerte familiar, me quedé inmóvil contemplando los fantasmas internacionales que merodeaban la escena. Amantes del retrato y del video casero intentaban a cada clic eternizar la nostalgia que les hace humanos tras el paso de los años. Así pues, cojo aire y aparezco así de simple en escena. Miro la hora y me doy cuenta de que continúo siendo yo. Diez minutos tarde. Si ella no miente, ya debe estar buscándome entre la multitud. La busco con ojos ciegos y veo que le falta puntualidad y palabra. Me digo, la puntualidad no es nuestra mejor arma. En fin. Espero. Busco desesperado y mí boca empieza a masticar tabaco. Miro con ojos felinos a la gente que me rodea. Continua mí espera. Mastico otro cigarro con la esperanza de que cuando termine ella ya habrá aparecido. Espero. Termino el cigarro. No esta. No esta. No esta. No viene. No viene,¡ pero vendrá!, pienso. Pero el tiempo insaciable me lleva de la mano hacia el mundo de la DUDA y de la inseguridad y empiezo a ver el horror, la clara humillación, el claro desengaño, las dudas empiezan a oscurecerme pero la claridad del sol en mí cara me pide que levante el rostro y unas gafas. Así pues, vuelvo a mirar el escenario y me doy cuenta de que es ideal, perfecto. Tengo Barcelona bajo mis pies, el sol en la cara, un ramo en la mano derecha y un reloj en la mano izquierda condenándome irreversiblemente. Habrá perdido el tren, pienso, si…¡si! lo habrá perdido!, me repito cual mente enferma. Pero las caras de los vecinos no me dicen eso, ellos delatan la inaguantable escena que estoy viviendo. Solo ellos. El Tiempo inflexible me ensordece los oídos y me pide a gritos alguna respuesta. Decido enviar un mensaje preguntando por su paradero y no responde, acto seguido le digo tan solo "RESPONDE!!", como reflejo de mí impaciencia y de la patética escena en la que estoy sumergido. De pronto, ¡pi-pi!, la sagrada respuesta ha llegado. Leo. Esta en sus paredes más amadas. Dentro de su cueva y a miles de kilómetros de la Tierra. Mí cabeza se inclina hacia el suelo y clavo los ojos entre las baldosas urbanas que tan pocas historias cuentan, intuyo que allí me quedaré el resto de mí vida, yo y mí alma. Al rato, veo una roca y me quedo en ella. Decido ser como ella. La luz empieza a cegar mis pensamientos. Estas cosas no se hacen, me repito cien veces. Sin dejar de mirar la piedra empiezo a vislumbrarme en ella, ¿soy yo?, nunca más caeré en tales errores, ¡soy YO!, ¡el heredero de los jardines románticos!, ¡el reinventor de las tragedias! ¡Por Zeus! ¡YO! Durante los siguientes minutos una oleada de comprensión me invade. ¿Tenia que pasar por aquí? ¿Tenia que ridiculizarme a mí mismo? ¿Tenia que avergonzarme de mis deseos? Por extraño que suene, tras este espectáculo, me sentí feliz ¡QUE ALEGRIA! Hacia demasiado tiempo que buscaba una chispa de luz para encender el giro moral. Contra todo pronóstico empiezo a atar cabos, a solucionar dudas, a bañarme junto a Afrodita, a discutir con Urano para que finalmente Zeus me ceda su trono imperial. Así que tan solo necesitaba una buena ostia. Me despido de la moral bufónica y me autoproclamo, cual Napoleón, una moral de Emperador. ¿Así que la vida es cuestión de supervivencia? ¿De verdad? ¡Sí! ¿Así que nunca más caeré en los enigmas que crean de las tejedoras? ¡Sí! ¡Nunca mas!
Así pues, ahora me toca a mí construir una pared a base de enigmas. Tras el muro pienso dominarlo todo. Seré tratado de amo y señor. Las nínfulas quedaran ridiculizadas, Beethoven no les dejará ni un momento para la grandeza. Eso sí, amaré como nunca. Un buen amigo me dijo un día; hay que encontrar el equilibrio, déjalo todo en el 1+1, no le des respuesta, simplemente 1+1, hay que disfrutar de la suma, disfrutar de lo común sin perderse a uno mismo.


Al fin y al cabo, al paso de las horas, me doy cuenta de que todo ha sido un verdadero malentendido. No sucede nada, pienso. El bufón estaría con la pistola en boca y encima del escenario, pero en el palco estar el emperador y considera el espectáculo como una buena lección, y, de pronto, sin avisar, se encienden las fuentes de agua, el sabio viento se encarga de llevar hasta mí rostro el polvo acuático. Las caóticas cascadas ahogan mis ojos y rodean este vulgar escenario, donde he puesto mí primera arquitectura, donde el drama ha aparecido más crudo que cualquiera de las ficciones y donde las princesas no aparecen.

Finalmente, me doy cuenta que los pies empiezan a sacar raíces a cada paso, por fin, mis pies están en su lugar más infantil. Son en el suelo
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 Terapias de un dandy @pmallafre
(Terrassa, Septiembre 2006)

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